Debate sobre la reunión Trump-Putin en Alaska
El debate comenzó evocando el entorno singular en el que se celebró el encuentro: Alaska, un territorio cargado de simbolismo por su posición entre Rusia y Estados Unidos. Los contertulios coincidieron en que ese marco no era casual, sino un recordatorio de la frontera histórica y de la disputa implícita por el control de los recursos naturales y las rutas estratégicas.
Uno de los primeros temas planteados fue la diferencia entre especuladores e industriales. Se señaló que en el terreno armamentista predominan los especuladores, actores que influyen en el ritmo de las tensiones y que ven en cada crisis una oportunidad de negocio. Frente a ellos, los industriales representan la producción real y las necesidades estratégicas de los estados.
A colación, se comentó el efecto de los 19 paquetes de medidas contra Rusia, cuyo balance parece desigual: pese a la presión, algunas áreas de negocio con EE.UU. habrían experimentado un aumento cercano al 20%. “En geopolítica —recordó un participante— no hay amigos, sólo intereses”.
El debate derivó hacia la India y China, potencias que no se dejan controlar con facilidad. Se subrayó el contraste con la trayectoria china: en cuatro décadas, mil millones de personas han salido de la pobreza, un hecho que, más allá de ideologías, representa un cambio civilizatorio. Sin embargo, también se advirtió de que el ascenso chino se inscribe en el marco de los “dos globalismos enfrentados”: el financiero-occidental y el productivo-oriental.
Otro punto fue el de Bolivia: se planteó si realmente hubo un cambio legítimo en el voto popular o si los resultados reflejan la pugna entre grupos de poder. La idea común fue que “el pueblo queda fuera de esta índole de decisiones”, pues lo que se juega es la disputa entre elites, no entre países.
Se recordó también que la élite global “no es un monolito”. La guerra en Georgia y el manejo de las partes separatistas fueron citados como ejemplo de cómo los intereses se fragmentan y se reconfiguran. De ahí la importancia de comprender que si Rusia hubiera sido seccionada en su momento, EE.UU. y otros habrían “cogido su parte” sin escrúpulos, para asegurar el acceso a materias primas para Europa y para el propio sistema occidental.
La tertulia retomó la declaración conjunta Trump–Putin, en la que ambos líderes subrayaron que comparten enemigos comunes. Esto dio pie a discutir cómo el verdadero campo de batalla no son las naciones, sino las estructuras que definen las reglas del juego: el sistema financiero global. Se habló de la diferencia entre usar el dinero como medio o adorarlo como fin, así como de la tensión entre ideas e ideologías, siendo estas últimas vistas como herramientas de manipulación.
Los nombres de BlackRock y Vanguard aparecieron como símbolos de este poder difuso, que trasciende a los estados y establece directrices que incluso los presidentes deben acatar.
Finalmente, se insistió en que en geopolítica las alianzas son siempre circunstanciales: lo que se negocia no son amistades, sino intereses. El debate se cerró con una advertencia: “en la entrega de soberanía, los números siempre son dummies; lo esencial está oculto en las lógicas que imponen los verdaderos actores financieros”.